2019/05/26

Diario de Sueños - 2019/05/26

Soñé que tenía que hacer un viaje hacia el norte y cruzar la frontera. No estoy seguro de a qué lugar (aunque en el sueño sí lo sabía), pero me tocaba viajar en automóvil y conducir, porque en el auto llevaría distintas pertenencias, no solo mías sino de otros. Nunca me ha gustado conducir y tiene muchos años que no lo hago pero sabía que tenía que hacerlo, así que no renegaba de ello. Al menos, conduciría un auto que ya conozco, el auto de mi familia de hace años, al que mis amigos y yo le apodamos el "Slave 1".

Subía y acomodaba todos los objetos al automóvil. Eran muchos, prácticamente se desbordaban y por eso me tomaba tiempo organizarlos. Terminaba como envolviéndolos en una sábana para contenerlos. Al terminar, ya estaba listo para partir pero también me sentía muy cansado, así que encontraba un hueco entre las cosas, en la parte de atrás del auto, y me recostaba para darme un respiro... pero terminaba quedándome dormido.

Al despertar, me di cuenta que ya iba en camino, mas al voltear hacia el asiento del conductor veía que nadie iba conduciendo. Recordé que ya había arrancado el motor y así lo había dejado cuando me recosté. De algún modo, el auto empezó a avanzar solo. Tal vez no puse el freno de mano. No lo sé. Seguía parcialmente recostado, solo tenía la sensación de movimiento y veía por la ventana que nos desplazábamos mientras pensaba en lo sorprendente que era que no nos hubiéramos estrellado. Pensé que tal vez tenía una especie de "piloto automático". Me levanté para moverme a la posición del conductor y tomar el control del vehículo. También pensaba en si había cruzado ya la frontera, aunque asumí que no porque difícilmente hubiera podido cruzar sin que me detuvieran. Al mismo tiempo, buscaba mi pasaporte entre mis bolsillos y sentía tranquilidad al encontrarlo en uno de ellos.

Al llegar a la posición del piloto y tratar de ubicar donde me encontraba me daba cuenta que no había camino, estaba avanzando en un área deshabitada. Había irregularidades en la superficie pero se podía avanzar con el auto. El lugar parecía como la base de una montaña o una meseta. No se alcanzaba a ver mucho, había neblina y el clima era frío. El panorama era grisáceo. Casi no había vegetación y por alguna extraña razón había montículos de roca triturada en fragmentos pequeños (unos 3 cm. de largo). No parecían algo natural, más bien, parecía que ahí los habían colocado. Recordé las plantas de proceso de mineral en las que ha trabajado mi papá.

Traté de buscar un camino o indicios de uno, pero no se veía nada. Todo el panorama era muy monótono. ¿Cómo salgo de aquí?, ¿Hacia dónde voy?, ¿a la derecha o a la izquierda? También estaba la posibilidad de dar media vuelta y regresar por donde venía... pero tenía la sensación de que sí iba más o menos en dirección correcta.

De pronto, alcancé a ver a lo lejos una forma amarilla. Al parecer era un vehículo, así que traté de aproximarme. En esa parte del sueño no recuerdo realmente conducir el auto, pero de algún modo mi intención de acercarme al vehículo amarillo tuvo efecto (a lo mucho, movía el volante pero no controlaba el vehículo del todo). Al acercarme corroboré mis sospechas. Era una camioneta tipo 'Van', parecía equipada para terracería y excursionismo y me dio la impresión de que transitaba por un camino sin pavimentar.

Logro acercarme y confirmo que sí hay un camino por donde transitaba la camioneta. También alcanzo a notar que la camioneta se detuvo y por eso pude darle alcance más pronto de lo esperado, así que intento hacer lo mismo pero me doy cuenta que no puedo colocar mis pies sobre los pedales para frenar. Hay cajas y objetos que me estorban ahí y ni siquiera me dejan verlos pero, además, aunque los quitara parece que ni siquiera los alcanzo. Siento mis pies torpes y los pedales muy lejanos.

De cualquier modo, sin entender por qué, el auto se detiene, quedando a unos veinte metros de la camioneta. Me quedo pensando si debo intentar acercarme más con el auto o bajar para hablar con el conductor. En eso, la camioneta reanuda su marcha, así que intento arrancar de nuevo e ir tras ella... pero no puedo seguirla porque el auto ya no arranca. Intento un par de veces dar marcha con la llave pero no tiene efecto, en una tercera, parece que el motor enciende pero luego de un par de segundos se apaga. Reviso los instrumentos del tablero y me doy cuenta que el indicador de la gasolina está hasta abajo al igual que el de la batería. Intento con los pies hacer algo en los pedales pero sigo sin poder alcanzarlos. Pienso que aunque arranque y tenga un poco de combustible no sé a qué distancia esté la próxima gasolinera ni en qué dirección y posiblemente no me alcanzará para llegar porque ya todo se gastó en el trayecto mientras estuve dormido. Pensaba: "Si esa camioneta se va me voy a quedar varado en este lugar y empujar el auto yo solo tampoco parece una opción viable".

Sigo intentando arrancar el auto, pero no lo logro... incluso, siento que ya ni siquiera puedo sostener el volante con la manos. Me siento muy débil y me empiezo a inclinar inevitablemente a un lado, quedando semi-recostado sobre la ventana del auto, sin fuerza para sentarme correctamente ni sujetar el volante y sin una postura adecuada para alcanzar los pedales del auto... solo veo como la camioneta amarilla se aleja de mí hasta que desaparece de mi vista.

2019/05/15

Con motivo del Día del Maestro...


Como todos, he tenido muchos profesores a lo largo de mi vida, algunos solo cumplían con el mínimo indispensable que exigía su labor o, de plano, ni siquiera eso... afortunadamente, también tuve otros muy capaces que ponían un gran empeño y dedicación, quienes compartieron conmigo conocimiento valioso... más aun, de entre estos últimos, hay un puñado que fueron y siguen siendo una gran influencia para mí por lo que, más que simples profesores, los considero como mis Grandes Maestros. Aunque no con todos tuve una relación muy cercana me dejaron algunas lecciones puntuales que trato de aplicar a mi vida hasta el día de hoy. 

La verdad es que pocas veces nos damos cuenta en el momento de lo valiosas que son estas personas y sus enseñanzas y pocas veces volteamos hacia atrás para agradecerles directamente. Después de tantos años y mudanzas, a estas alturas ya les perdí la pista a la mayoría de ellos y confieso que ni siquiera recuerdo los nombres de todos, pero quise al menos escribir este post para recordar brevemente algunas de esas valiosas lecciones que me dejaron y me siguen acompañando. Puedo decir, sin lugar a dudas, que ellos han sido personas muy importantes en mi vida y estaré agradecido con ellos el resto de mis días; doblemente, tomando en cuenta que ahora yo también soy profesor y han sido también mis ejemplos a seguir, a quienes he procurado emular en mayor o menor medida.

El Subdirector de la primer secundaria en la que estudié:
Me enseñó que la autoridad y el respeto se ganan día con día. Que los mejores maestros son los que saben que no son infalibles y están abiertos a la crítica. Aprendí que un buen profesor, en lugar de molestarse cuando un alumno le hace notar algún error, lo agradece e incluso lo recompensa por ello porque todos podemos aprender de todos. También me enseñó a tomar el toro por los cuernos, a aceptar responsabilidades que no buscamos o esperamos pero que, por las circunstancias, nos toca a nosotros resolver.

Mi profesor de Ciencias Naturales de primero de secundaria:
Él me enseño a continuar aprendiendo siempre, a no conformarme con lo que se impartía en la escuela, a buscar e investigar en todas las fuentes a nuestro alcance y no quedarnos solo con las obvias. Gracias a él aprendí a valorar mi propia curiosidad y entusiasmo por aprender.

Mi profesor de Trigonometría y Geometría Analítica de la preparatoria:
De él aprendí que las matemáticas no tienen que ser algo frío, que pueden ser interesantes y hasta divertidas... pero más allá de eso, que ser profesor es un trabajo humano, en el que se trata con personas. Que no somos perfectos y se vale dar segundas oportunidades pero estas no vienen regaladas sino que regularmente tenemos que ganárnoslas de antemano.

Mi profesor de Biología y Ecología de la preparatoria:
Aprendí que, si bien el conocimiento importante, lo más importante es razonar, comprender la información y establecer relaciones que nos llevan a nuevas conclusiones. Aprendí que el conocimiento es uno solo, que todo está interconectado. Aprendí que el sentido común no es tan común como uno cree. Aprendí la importancia de la iniciativa propia, a tomar el control de mi propio aprendizaje, a resolver problemas sin esperar que la solución esté en bandeja de plata; a construirla, si es necesario.

Mi profesora de Japonés:
De ella aprendí principalmente que se puede ser estricto sin dejar de ser amable y se puede ser amable si dejar de ser estricto.

Mis maestros de Kung Fu:
De ellos aprendí muchas cosas. Les tengo un gran aprecio y un respeto muy especial. Aprendí que el Kung Fu está en todo lo que hacemos: Es el esfuerzo, es el trabajo, es la constancia, es la dedicación. Kung Fu es poner todo nuestro empeño para que todo lo que hagamos lo hagamos de la mejor manera posible. Es ser disciplinados, es nunca rendirnos, nunca darnos por vencidos, levantarnos una y otra vez y aprender de nuestros fracasos. Es superarnos y ser mejores día con día. Es trabajar en nosotros mismos para derrotar nuestros propios defectos y limitaciones. Es ser responsables, ser honestos, ser respetuosos, ser humildes, ser equilibrados en nuestras vidas... es muchas cosas más.

Por supuesto, no es fácil estar a su altura, no es fácil poner siempre en práctica todas esas enseñanzas. En ocasiones como esta, en las que los recuerdo, siento que me falta mucho camino por recorrer, mucho por trabajar, mucho por mejorar... incluso, siento que en ciertos aspectos en lugar de avanzar  voy en retroceso... pero ese no es el punto ahora. 

Agradezco enormemente haber tenido la oportunidad de conocerlos y aprender de ellos.

Gracias, Maestros.